
La mente es como plastilina, la imaginación es la fuerza que la amasa. Por Antonio Diego Fernández R. La actividad que realicé el día de hoy con el grupo de cuarto de primaria de la profe Claudia en el turno matutino de la escuela de Puerto San Carlos, BCS, incluía un tambache de libros que claramente habían sido olvidados en la biblioteca escolar por su carácter formal y fuera de onda. Les retire las telarañas y pedí a las niñas y a los niños que eligieran, cada quien uno, de aquellos gruesos volúmenes. No necesitaban fijarse en los títulos, ni en el color de la pasta, solamente debían llevar uno a su mesa banco. Algunos de esos libros eran tomos de una enciclopedia, había un gigantesco diccionario en inglés, un libro sobre entomología y mas de una antología completa de la selecta obra de algún poeta universal. En definitiva los niños estaban desconcertados con tanta página, uno de ellos rápidamente hojeo todo el libro y grito orgulloso que aquel ejemplar tenía más de 2000 años, después corrigió y dijo, páginas. Es en este momento que les pido que aprecien aquello que tienen en las manos, estos abuelitos de las letras representan un gran tesoro, son un gran tesoro. Para apoyar este punto les conté la historia de: “La piel de Dios.” Recuperada por el fallecido pero recordado escritor uruguayo Eduardo Galeano sobre unos indios que conocen por primera vez el papel. https://www.youtube.com/watch?v=nmJme8wt1AE “…en uno de esos andares, encontré un libro de un sacerdote jesuita sobre la lengua guaraní, con la historia de los primeros contactos de los conquistadores con esa lengua y con las culturas que expresaba; y entonces en ese libro encontré que la escritura contaba una historia que valía un relato, que era digna de ser escrita realmente. En aquel libro había un diccionario y consulté algunas palabras en guaraní que él había recogido hacía ya como un siglo y medio; no sé por qué busqué la palabra “papel”, pero estaba en castellano y remetía a una página y ahí encontré la historia sobre que unos sacerdotes habían llegado a la zona donde vivían los chiriguanos, los guaraníes. Estos, en busca de la tierra sin mal y sin muerte, habían llegado hasta la espalda del imperio de los incas, venían emigrando desde las costas del Brasil o de Paraguay, cada vez más hacia el oeste y allí se habían quedado. Y entonces, vienen los sacerdotes, en unas mulas con alforjas donde había entre otras cosas libros, supongo por el relato que eran biblias, libros de catecismo, y los indios estos nunca habían visto libros y nunca habían visto el papel tampoco, entonces con muchas curiosidad se acercaron a esos extraños objetos que estos curas habían traído y tocaron el papel y preguntaron: ¿para que sirve esto? Los curas habían traído un intérprete guaraní, de modo que pudieron entender lo que ellos querían saber. Los curas les dijeron: “sirve para enviar mensajes a los amigos que están lejos” y entonces los indios bautizaron el papel, porque uno sólo sabe los nombres de las cosas que conoce o de las cosas que imagina que quisiera uno que existieran. Y entonces le pusieron de nombre “piel de Dios”. “ ¿De qué están hechos los libros? La segunda parte de esta actividad es sobre un pariente del libro, alguien que puede ayudarnos a comprender su verdadera naturaleza. Es así como a cada uno de los niños les entregué una semilla de papaya, sin que ellos supieran lo que eso era pues lo primero que dijeron fue que aquello era una pasa, una pequeñita y reseca pasa. Imaginen ahora el potencial de una semilla, cuantos frutos de papaya ofrece una de estas pequeñitas. Si pensamos que cada fruta contiene decenas de semillas es posible imaginar infinitas posibilidades frutales. A partir de una sola semilla puede nacer un bosque. El libro es parecido puesto que en su interior el potencial de ideas y aprendizajes nuevos es infinito. Niños, les dije, si colocáramos pegadas sobre una pared todas las páginas que el ser humano ha escrito en su historia, incluyendo los cuadernos de ustedes, entonces podríamos ver el conocimiento que conforma el Universo, la Piel de Dios. Consultando y conociendo Como tercera parte para este ejercicio los niños se sumergieron por completo dentro de sus gigantescos libros, parecían eruditos, unos genios de corta edad. La intención del ejercicio era que localizaran dentro de un párrafo la palabra más extraña que pudieran encontrar y que después la buscaran, a ella, dentro de un diccionario. Una vez listos, los alumnos debían pasar al frente a anotar sus descubrimientos y en ese momento el pizarrón se lleno de términos y conceptos de una complejidad indigna de un salón de cuarto de primaria. Sin embargo, quiero pensar, que aquellas palabras, esas ideas recién descubiertas se convertían de pronto en el punto de fuga para una infinito bosque mental.
